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Estudian cómo los hábitos de consumo de carne de la antigüedad podrían ser clave para combatir el cambio climático

Un proyecto de la Institución Milá y Fontanals (IMF) del CSIC ha analizado más de 200.000 restos animales en más de un centenar de yacimientos entre la Edad de Bronce (siglo XII a.C) y la Antigüedad tardía (siglo VI d.C). En este periodo, los cambios políticos y económicos determinaron la evolución del consumo de carne y, por tanto, la elección de las especies domésticas y su tamaño, llegando a aumentar un 30% en época romana. Este trabajo podría ser clave en el desarrollo de políticas más sostenibles que ayuden a combatir el cambio climático mediante una mejor integración de la ganadería extensiva, respetuosa con los recursos locales y con razas adaptadas a cada región.

“Los huesos enterrados bajo nuestros pies nos muestran cómo la ganadería se ha ido adaptando a los cambios políticos, económicos, ambientales y tecnológicos a lo largo de la historia”, explica Silvia Valenzuela Lamas, científica titular de la IMF-CSIC.

El proyecto ZooMWest, financiado con más de un millón de euros por el Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés), detalla la evolución de la ganadería de la península Ibérica y el norte-centro de Italia a lo largo de 1.700 años. Sólo en el noreste, se han analizado más de 90.000 restos animales pertenecientes a 101 yacimientos ubicados en las regiones de Girona, Tarragona, Lleida y Barcelona. Este recorrido ganadero entre los siglos XIII a.C y VII d.C, es decir, entre la Edad del Bronce y la Antigüedad tardía, refleja el predomino de dos modelos productivos determinados por el contexto político y económico de cada época.

“En sistemas económicos más locales, la ganadería se ajusta a las condiciones ecológicas de cada zona y los animales son más pequeños. En cambio, en sistemas económicos más grandes, como en época romana, se prioriza la producción de cerdo y vacuno, y los animales son más grandes”, detalla la investigadora.

El estudio, publicado en varios artículos de acceso abierto, relaciona este último modelo con las políticas ganaderas actuales. El resultado es un sistema intensivo donde prima el número y el tamaño de las reses sobre su impacto en la biodiversidad y sobre su dependencia del comercio internacional. Por ejemplo, Europa importa cada año 27 millones de toneladas de productos de soja de todo el mundo para alimentación animal.

La utilización de técnicas innovadoras de computación y meta-análisis han permitido comprobar que las vacas actuales son aún mayores que en época romana, y que estas ya eran un 30% más grandes respecto a las de Edad del Hierro. Este tamaño permite obtener un mayor rendimiento de cada animal, pero también incrementa las exigencias de agua y comida para alimentarlo. “Actualmente, la producción de cereal en España no cubre las necesidades internas, en particular para alimentación animal, y por ello hay que importar millones de toneladas de soja y cereales cada año. La ganadería intensiva es muy dependiente del comercio a larga distancia y, si la cadena de suministro cae, se cae todo”, destaca la investigadora.

La información aportada por la arqueología podrá ser utilizada para encontrar métodos ganaderos que sean más sostenibles a largo plazo. Las claves se encuentran en modificar los hábitos de consumo de carne y en la promoción de granjas que hagan uso de recursos locales y renovables para mantener su producción. Estás prácticas podrían tener un impacto positivo en el cambio climático mediante el desarrollo de una ganadería más respetuosa con el entorno.
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